¡NO PUEDO PARAR DE CONSUMIR! 5 CONSEJOS PARA VENCER LA COMPRA COMPULSIVA

Solemos echarle la culpa a la publicidad. Los anuncios estimulan nuestras emociones de un modo que muchas veces no somos capaces de entender, y nos arrastran a comprar cosas que no necesitamos. Esta situación nos frustra. Acumulamos ropa con la etiqueta en el armario. Zapatos en sus cajas sin estrenar o usados muy pocas veces. Objetos inútiles que se amontonan en cajas o en las estanterías de casa. Son muchas las cosas que compramos simplemente por comprar, admitámoslo. Pero no es la publicidad, no nos engañemos: ni la televisión, ni las fiestas navideñas, ni que vivimos en una sociedad consumista. No, nada de eso. El marketing explota y se aprovecha de nuestras debilidades, es cierto, pero nunca es la causa. La causa está en el vacío emocional que arrastramos desde la infancia. 


Cuando lo que necesitamos no es lo que deseamos
El deseo es un ansia, es una sed insaciable de cosas, un hambre de experiencias nuevas. Lo cierto es que es uno de los más poderosos motores de nuestra vida. Si realmente estamos conectados con nuestro cuerpo, con nuestras emociones y con nuestras necesidades reales, el deseo nos impulsa a encontrar lo que nos hace falta para satisfacerlas. Las necesidades humanas son universales, pero los deseos son individuales. Desde mi punto de vista, el consumismo tiene su origen en una necesidad insatisfecha de amor en la infancia, que nunca ha sido nombrada y complacida adecuadamente (desde la presencia, la mirada, la intimidad emocional y el afecto materno), y que, frustrada, se ha desplazado hacia otra cosa.

Cuando tenemos necesidad de amor, de cariño, experimentamos un desequilibrio interno, corporal, del mismo modo que sucede con otras necesidades, como las alimenticias. Ante ese desequilibrio, nuestro cuerpo nos manda señales de cómo estamos, de nuestra carencia, de nuestra falta, que se traduce en una cierta tensión o malestar. El deseo nace de ese malestar, de ese dolor, precisamente, para llenar esa falta, esa carencia.

Cuando somos pequeños, no somos capaces de saber que necesitamos. Es preciso que un acompañante empático (nuestros cuidadores) nombren y pongan palabras a nuestra necesidad y que nos complazcan de la forma adecuada y natural. Si yo he recibido un correcto cuidado materno, si mis padres han sabido señalarme lo que siento y experimento, mi deseo se orientará de forma natural hacia lo que necesito; mi cuerpo, que es sabio, sabrá regularse sólo. Si no he recibido un correcto señalamiento, seré inconsciente de mi necesidad, no llegaré a comprenderla: sufriré un vacío emocional que no sabré gestionar. Al carecer de todo esto, empezaré a dirigir mi deseo hacia cosas que no satisfarán mi verdadera necesidad emocional: comida, coches, regalos, ropa, móviles... es decir, parches, que tal vez aliviarán el dolor que siento durante un momento, pero no llegarán nunca a saciarme del todo (permaneceré en un desequilibrio emocional no resuelto): que es la necesidad de amor que no fue satisfecha en la infancia. Peor aún: la situación contribuirá a que siga desconociendo mi verdadera identidad, mi verdadero ser (usaré mi estilo de vida como una defensa contra la verdad de mi pasado).

El origen: los premios
Poco a poco, los profesionales que trabajamos con la infancia, nos hemos ido dando cuenta de que los premios y castigos no son positivos para su desarrollo emocional. Además de ser imposiciones encubiertas, más o menos sutiles para el niño, lo cierto es que les desconecta de su experiencia real, de su historia, de su cuerpo, y de lo que a ellos realmente les apasiona: les desconecta de su verdadera naturaleza, de quienes son en realidad. Seamos claros: un sistema de premios y castigos es un eufemismo para nombrar lo que es, en realidad, puro chantaje emocional. Si a esto le sumamos una familia que sustituye el cariño y el amor genuino (la presencia, la mirada, el contacto piel con piel) por los regalos, es decir, que llena la necesidad de amor con cosas (premios), se están poniendo en juego todos los ingredientes para que el niño se vuelva una persona consumista.

Muchas veces, con buenas intenciones, premiamos a los niños para que hagan las cosas que queremos y que consideramos que son positivas para ellos (cuando en realidad, muchas veces, lo hacemos por nosotros mismos: para que nos obedezcan, para que no nos molesten, para que cumplan nuestras expectativas...) Pero el acto de premiar (chantajear) tiene efectos. Pone el foco en la recompensa, y no en la experiencia; en la tarea, y no en la necesidad real del niño.

Imaginemos que le decimos a un niño que si termina los deberes (que es lo que nosotros queremos) le llevaremos al parque (que es lo que el niño quiere). Sabemos que el parque le gusta, que forma parte de una pasión que nace de él. Salir al parque satisface una serie de necesidades vitales que todo niño necesita como moverse, relacionarse con otros niños, aire fresco, naturaleza... todas ellas, necesarias para su desarrollo vital y emocional como persona. Al usarlo como un premio, estamos negando su necesidad y le estamos chantajeando. Le estamos enviando el mensaje de que podemos negarle lo que legítimamente necesita si no hace lo que nosotros le decimos: que para que pueda disfrutar de las cosas que le apasionan, tiene primero que cumplir con sus obligaciones, porque lo que necesita de verdad, lo que le llena, no es más que un mero premio que debe merecer, que debe ganarse.

En ocasiones, los padres no sólo usan el premio para chantajear al niño y llevarle a su terreno, sino también para compensar su falta, su ausencia física, y sus errores. Tal vez no estamos todo el tiempo que quisieramos con los niños, o nos cuesta expresar nuestro afecto, abrazarles, decirles lo que les queremos y validar sus emociones. Entonces pensamos que si les llenamos de cosas, ellos se sentirán queridos, pero nos equivocamos, no es verdad. Les estamos negando (y no nombrando y legitimando) su necesidad de amor, de presencia, de mirada materna, con los regalos. El niño aprenderá que el consumismo es una defensa contra la inseguridad emocional que siente, contra su malestar, contra su desequilibrio interno (producido por la falta de amor).

5 consejos para dejar de ser consumistas
Si queremos autocontrolarnos, tomar mejores decisiones y empezar a cuidarnos de verdad, validando y atendiendo nuestras emociones y necesidades legítimas, el primer paso es empezar a auto-conocernos mejor: entender y comprender de dónde viene nuestra obsesión por comprar cosas que no necesitamos. Además de eso, te propongo cinco sencillos consejos que podrían ayudarte en el proceso:

1. Planea siempre tus compras. Siendo consciente de lo que necesitas, haz una lista de lo que quieres y cíñete de forma exclusiva a ella. Si te cuesta, puedes prescindir de la tarjeta de crédito. Déjala siempre en casa y lleva contigo el dinero justo para hacer tus compras. De esta manera minimizas la posibilidad de comprar compulsivamente.

2. No compres cuando sientas malestar. Debes estar atento a tus estados emocionales y descrubrir qué cosas sientes en el cuerpo (emociones intolerables, dificiles de explicar y comprender) que te impulsan a comprar sin control. La compra anestesia esas emociones, las reprime. Pero esas emociones nos están diciendo algo sobre una necesidad legítima tuya que no está siendo nombrada y satisfecha.

3. Evita salir de compras sólo. Si necesitas apoyo, porque te sientes incapaz de controlarte cuando vas tú sólo, déjate acompañar por alguien responsable y de confianza, empático, que te apoye sin juzgarte y sin agobiarte. Te podrá recomendar, señalar tu debilidad, y darte otras experiencias más satisfactorias: como la compañía de otro ser humano.

4. Haz un presupuesto. Muchas personas no saben exactamente cuanto gastan. En algunos casos no supone un problema, pero cuando tenemos la necesidad compulsiva de comprar, puede llegar a serlo. Te recomiendo que evitas esas situaciones incómodas. Haz un control de gastos extricto y asigna presupuestos a las distintas áreas de tu vida: alquiler, gastos de energía, gastos de alimentación, gastos de ocio... y respeta ese presupuesto, no te lo saltes. Te ayudará a valorar lo que tienes, a cuidarlo y a conservarlo el mayor tiempo posible.

5. Aplaza las decisiones de compra. Para las compras importantes, esas que implican un importante desembolso, nunca te dejes llevar por tus impulsos y por el ansia del primer momento. Intenta posponerlas lo máximo posible. Cuando aplazas tu decisión, te puedes llegar a dar cuenta de si de verdad lo necesitabas. Si ese deseo persiste con el tiempo, es que de verdad hay una motivación genuina importante detrás, y no se trata de un mero capricho. Ese tiempo extra que ganas es un buen método para darte cuenta de si eso que quieres comprar es un parche o no.

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